A DOÑA JESUS VASQUEZ
Cuando doña Jesús cantaba en una reunión familiar o amical, era como si algo se encendiese, la habitación se iluminaba con ella y brotaban sentires, en comunión con los presentes.
Bromeando con los circunstantes con su chispa proverbial y única; luego las guitarras entonando, como si la llamaran con respeto, con dulzura, «para que nos haga el honor de interpretar», esos valses que con su voz, indesligables, nacían aladas hacia lo infinito.
Entonces ella como ejerciendo un grato y feliz destino, levantando los ojos pues hasta el propio cielo agradecía; acomodándose los anteojos arrancaba con los primeros fraseos como anunciando, como una promesa, para los minutos siguientes de gozo, donde se juntan el instante con lo eterno; toda esa alegría a nosotros los humildes del Barrio.
(Nemovalse)